1.Sudáfrica (Entrada 1)
Mi vuelo salía a las 14.40 hacia Brasil, de ahí a Johannesburgo (Sudáfrica) y la última parada, y "comienzo" del viaje en bicicleta, en Ciudad del Cabo. Salimos con mi tío hacia Ezeiza bien temprano como para no tener inconvenientes con respecto al tiempo. Todavía no me sentía ansioso ni nervioso, solo un poco de una especie de "¿qué estoy haciendo?¿en qué me estoy metiendo?". Llegamos a Ezeiza sin más complicaciones y estando en la fila del Check-in, me doy cuenta que el avión sale desde Aeroparque, al otro lado de la ciudad. Salí corriendo con mi tío y allá fuimos. El tema es que era 24 de Marzo, eso significa que habían cortes por marchas en Capital. Fue una carrera contra-reloj para llegar a horario al vuelo. Linda forma de comenzar la aventura, eh. No me di cuenta de fijarme el aeropuerto de salida, simplemente asumí que los vuelos internacionales salían de Ezeiza. Al final llegué a horario. En el Check-in me hicieron comprar un vuelo de regreso sino no me dejaban pasar. Compré uno con opción de cancelación y devolución, así que, no fue gran cosa.
Unas horas más tarde, llegué a Brasil. Ni bien bajé del avión, vi en las pantallas que, ¡mi vuelo estaba embarcando! Corrí como nunca. Volví a llegar a tiempo. Me senté, mientras me secaba la frente y recuperaba el aire, empecé a buscar música para el despegue. No cualquier música. Siempre hay una música que nos lleva a un determinado tiempo y lugar, y sentí que era algo especial elegir bien la música para esa ocasión. Decidí entonces, que B.B.King me llevaría a ¡África!.
Ni bien amaneció, aplasté la nariz contra la ventana. Estabamos sobre el Atlántico, y a lo lejos se veía el continente. El avión sobrevoló Namibia, después Botswana y por último, Sudáfrica. En el aeropuerto me enteré que mi vuelo había sido cancelado pero que me habían reubicado en otro un poco más tarde. Ya hacía casi 20 horas que había salido de Buenos Aires, y todavía faltaba otro vuelo. Un par de horas más tarde y estaría en Ciudad del Cabo.
Unas horas más tarde, llegué a Brasil. Ni bien bajé del avión, vi en las pantallas que, ¡mi vuelo estaba embarcando! Corrí como nunca. Volví a llegar a tiempo. Me senté, mientras me secaba la frente y recuperaba el aire, empecé a buscar música para el despegue. No cualquier música. Siempre hay una música que nos lleva a un determinado tiempo y lugar, y sentí que era algo especial elegir bien la música para esa ocasión. Decidí entonces, que B.B.King me llevaría a ¡África!.
Ni bien amaneció, aplasté la nariz contra la ventana. Estabamos sobre el Atlántico, y a lo lejos se veía el continente. El avión sobrevoló Namibia, después Botswana y por último, Sudáfrica. En el aeropuerto me enteré que mi vuelo había sido cancelado pero que me habían reubicado en otro un poco más tarde. Ya hacía casi 20 horas que había salido de Buenos Aires, y todavía faltaba otro vuelo. Un par de horas más tarde y estaría en Ciudad del Cabo.
Desde el avión, podía reconocer algunas montañas y rutas..., sí, así de bien había mirado el mapa durante un año entero. Ahora era el momento de vivirlo en presente, de juntar experiencias vitales y guardarlas para siempre conmigo, para que, dentro de muchos años, pueda mirar atrás y no tener nada de que arrepentirme. Creo que no hay mayor frustración que la de pensar ¿qué hubiera pasado si...? Es algo que no puedo soportar. Cuando terminé la escuela, me fui 2 años a la ciudad a estudiar para ser profesor de natación. A mitad del segundo año, un día, sin previo aviso, quise viajar. Sin pensarlo mucho fijé la fecha 21 de Septiembre del siguiente año como el día en que saldría a vivir, el día en que saldría a conocerme, el día en que saldría a ver el mundo, el día que cambiaría mi vida para siempre. Y así fue que el 22 de Septiembre de 2015, no el 21 porque, por "miedo", me sentía muy mal; el 22 de Septiembre, las ruedas de mi bicicleta empezaban a moverse hacia tierras desconocidas. Ese fue un excelente viaje de 3 meses por Patagonia. Desde ese momento no pude frenar más. Trabajé por un año y volví a salir. Esta vez 6 meses por Argentina, Chile y Uruguay. Ese viaje terminó el 22 de Septiembre de 2017, y ni bien llegué a mi casa, ya sabía que se venía el tercero. No cualquier viaje, un gran viaje. Trabajé durante un año y medio todos los días de la semana como profesor de natación y haciendo mantenimiento de la pileta, y el 24 de Marzo de 2019, estaba volando a África para empezar la nueva aventura.
Una vez en Ciudad del Cabo, ya con mis pocas pertenencias en mano, debía llegar al centro para tomar un colectivo hacia la casa de Brigit, una WS que me recibió durante unos días en la ciudad. Sabía que había un colectivo hasta el centro. Empecé a preguntar a la gente, cómo me convenía llegar al centro. No hubo excepción en la respuesta..."Do not go on the bus, it is not safe.", no vayas en el colectivo, no es seguro. Pese a la paranoia de los sudafricanos, fui en colectivo. Otra vez mi nariz iba aplastada contra la ventana. Conocía ese lugar, aún sin conocerlo. La ciudad, el mar, la montaña... Oh, la montaña, inconfundiblemente bella. Mis ojos pedían lágrimas, y mi garganta gritaba en silencio. Todo parecía irreal. Sentí miedo, ansiedad, nostalgia, felicidad extrema; todo junto. Tardé en reaccionar. "Estoy, al fin en Sudáfrica, estoy en África. Acá empieza la aventura", me dije a mí mismo con una sonrisa que no me entraba en la cara.
Una vez en Ciudad del Cabo, ya con mis pocas pertenencias en mano, debía llegar al centro para tomar un colectivo hacia la casa de Brigit, una WS que me recibió durante unos días en la ciudad. Sabía que había un colectivo hasta el centro. Empecé a preguntar a la gente, cómo me convenía llegar al centro. No hubo excepción en la respuesta..."Do not go on the bus, it is not safe.", no vayas en el colectivo, no es seguro. Pese a la paranoia de los sudafricanos, fui en colectivo. Otra vez mi nariz iba aplastada contra la ventana. Conocía ese lugar, aún sin conocerlo. La ciudad, el mar, la montaña... Oh, la montaña, inconfundiblemente bella. Mis ojos pedían lágrimas, y mi garganta gritaba en silencio. Todo parecía irreal. Sentí miedo, ansiedad, nostalgia, felicidad extrema; todo junto. Tardé en reaccionar. "Estoy, al fin en Sudáfrica, estoy en África. Acá empieza la aventura", me dije a mí mismo con una sonrisa que no me entraba en la cara.
Fue un viaje muy tranquilo aunque intenso a nivel emocional. Sólo eramos 6 personas más el chofer. Cuando me bajé en el centro me ayudaron a encontrar el otro colectivo. Nunca entendí cuál era la parte no segura de ese colectivo... Subí al otro bus y le pregunté al chofer, aún sabiendo, solo para confirmar, si ese era el bus que frenaba en la parada St. Michael´s. Éste no sabía, entonces le tuve que explicar dónde quería bajarme. Llegué a la casa de Brigit y después de una ducha, me llevó a hacer un tour por la ciudad, empezando con mojar los pies en el mar.
La idea en Ciudad del Cabo era, primer, buscar la bicicleta, y segundo hacer la visa para poder ir a Namibia. Fui caminando hasta Woodstock donde me encontraría con Ubuntu, mi compañera. 26", 21 cambios, V-Brake sobre un cuadro viejo de mountain-bike. Una bicicleta sencilla pero suficiente como para llevarme a donde quiera y vivir una gran experiencia.
Todas las mañanas iba temprano al consulado de Namibia a tramitar la visa. Todas las mañanas. Siempre había algo que me faltaba. Me sorprendió saber que me pedían un boleto de avión de regreso a Argentina, ni siquiera a otro país africano, a Argentina. Sí, tenía todavía el boleto que me hicieron sacar en Buenos Aires, pero la fecha era muy próxima, así que no lo aceptaron. A los tres días decidí dejar de intentar. Entendí que por alguna razón, que más adelante comprendería, no debía ir a Namibia. Simplemente lo acepté y preparé mi bicicleta para por fin empezar a moverme.
Seb Knudtsen
Marzo 2019
La idea en Ciudad del Cabo era, primer, buscar la bicicleta, y segundo hacer la visa para poder ir a Namibia. Fui caminando hasta Woodstock donde me encontraría con Ubuntu, mi compañera. 26", 21 cambios, V-Brake sobre un cuadro viejo de mountain-bike. Una bicicleta sencilla pero suficiente como para llevarme a donde quiera y vivir una gran experiencia.
Todas las mañanas iba temprano al consulado de Namibia a tramitar la visa. Todas las mañanas. Siempre había algo que me faltaba. Me sorprendió saber que me pedían un boleto de avión de regreso a Argentina, ni siquiera a otro país africano, a Argentina. Sí, tenía todavía el boleto que me hicieron sacar en Buenos Aires, pero la fecha era muy próxima, así que no lo aceptaron. A los tres días decidí dejar de intentar. Entendí que por alguna razón, que más adelante comprendería, no debía ir a Namibia. Simplemente lo acepté y preparé mi bicicleta para por fin empezar a moverme.
Seb Knudtsen
Marzo 2019
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