1.Sudáfrica (Entrada 10)
El primer día de pedaleo una familia nos invitó a dormir en su casa. Gerard, Mignon, Khanya y su hermanita. A la hora de cenar nos invitaron a ser parte de su tradición: una vez por semana comparten algo de lo que estén agradecidos. La señora dijo, por ejemplo, que estaba agradecida de poder disfrutar de su familia; un chico que estaba como voluntario manifestó su agradecimiento de estar compartiendo una cena con personas de otros países (refiriéndose a nosotros). Por mi parte, agradecí al viaje, a la posibilidad que éste me da de conocer lugares nuevos, pero por encima de todo, sus gentes. Al principio somos extraños, pero al hablar un poco, y unas sonrisas más tarde, dejamos de serlo. Hasta podemos llegar a ser amigos. Los recuerdos de la gente hacen que un lugar destaque sobre el resto. Creo que la calidez humana es lo más significativo del viaje.
Salimos de Montagu después de dos días de descanso. Teníamos un paso de montaña que hacer. Se nos hizo de noche ni bien llegamos arriba. Bajamos con las linternas en la cabeza y más tarde la luna fue alumbrando el camino. La idea era encontrar un lugar donde acampar. En el trayecto sólo nos pasaron dos camionetas. La primera, el chico nos preguntó si necesitábamos ayuda, a lo que respondimos que estábamos bien. La segunda frenó también para ayudarnos. Era la patrulla de la reserva natural que estábamos atravesando. Les comentamos nuestra idea de quedarnos por ahí. No sé si para asustarnos o no, nos dijeron que habían leones y leopardos. Nos ofrecieron llevarnos hasta un lugar seguro para acampar. Subimos las bicicletas a la camioneta y seguimos viaje... no sabíamos bien a dónde. Nos llevaron alrededor de 70 kilómetros hasta un lugar donde pudimos acampar al costado del camino.
Al otro día, a los 13 kilómetros de pedaleo, frenamos a preguntar por un camino que atravesaba una reserva natural. En la oficina estaba Ann, quien nos convidó un café mientras nos preguntaba cosas sobre el viaje. A los pocos kilómetros de continuar nuestro camino, alguien nos tocó bocina de atrás, era Ann. Nos ofreció quedarnos con ella esa noche. Claro que aceptamos, conocer a alguien nuevo es más gratificante que hacer kilómetros. Al final no solo nos quedamos una noche, sino dos.
Salimos de Montagu después de dos días de descanso. Teníamos un paso de montaña que hacer. Se nos hizo de noche ni bien llegamos arriba. Bajamos con las linternas en la cabeza y más tarde la luna fue alumbrando el camino. La idea era encontrar un lugar donde acampar. En el trayecto sólo nos pasaron dos camionetas. La primera, el chico nos preguntó si necesitábamos ayuda, a lo que respondimos que estábamos bien. La segunda frenó también para ayudarnos. Era la patrulla de la reserva natural que estábamos atravesando. Les comentamos nuestra idea de quedarnos por ahí. No sé si para asustarnos o no, nos dijeron que habían leones y leopardos. Nos ofrecieron llevarnos hasta un lugar seguro para acampar. Subimos las bicicletas a la camioneta y seguimos viaje... no sabíamos bien a dónde. Nos llevaron alrededor de 70 kilómetros hasta un lugar donde pudimos acampar al costado del camino.
Al otro día, a los 13 kilómetros de pedaleo, frenamos a preguntar por un camino que atravesaba una reserva natural. En la oficina estaba Ann, quien nos convidó un café mientras nos preguntaba cosas sobre el viaje. A los pocos kilómetros de continuar nuestro camino, alguien nos tocó bocina de atrás, era Ann. Nos ofreció quedarnos con ella esa noche. Claro que aceptamos, conocer a alguien nuevo es más gratificante que hacer kilómetros. Al final no solo nos quedamos una noche, sino dos.
La tarde siguiente le preguntamos, en un afrikáans mal hablado, a un hombre en una granja, si podíamos dormir con la carpa abajo de unos árboles. Creo que nos entendía mejor cuando le hablábamos en inglés. En un momento los tres nos empezamos a reír de la situación: el señor queriendo explicar en afrikáans como llegar a no sé donde, nosotros hablando una mezcla de afrikáans mal hablado con inglés, y el señor insistiendo en un afrikáans muy gesticulado. Al final logramos entender algunas cosas... Robert y plaas (granja), y con la mano que nos señalaba más o menos el lugar. Salimos entonces en busca de la granja de Robert, y la encontramos. El señor nos dejó un lugar donde poner la carpa. Nos invitó a cenar con la familia, y cuando estábamos por ir a dormir, nos dijo que tenía una habitación para nosotros. A la mañana la señora, Liselle, nos preparó el desayuno.
Ese día llegamos a Van Vyksdorp. Un señor de ese pueblo nos invitó a quedarnos en su casa a pasar la noche si queríamos. Como era el mediodía decidimos seguir un poco más.
Al día siguiente, después de una fuerte tormenta, llegamos a una granja donde quisimos preguntar por un lugar donde dormir. Como el dueño no estaba, una chica que trabajaba ahí nos dijo que podíamos acampar al lado de una casa abandonada. Más tarde llegó el dueño y nos fue a buscar para darnos la bienvenida a su campo y ofrecernos dormir adentro de la casa para refugiarnos del viento y lluvia.
Al otro día llegamos a Zebra. En una casa preguntamos por un lugar donde dormir y nos dejaron quedarnos. También nos invitaron a cenar y desayunar.
Ese día llegamos a Van Vyksdorp. Un señor de ese pueblo nos invitó a quedarnos en su casa a pasar la noche si queríamos. Como era el mediodía decidimos seguir un poco más.
Al día siguiente, después de una fuerte tormenta, llegamos a una granja donde quisimos preguntar por un lugar donde dormir. Como el dueño no estaba, una chica que trabajaba ahí nos dijo que podíamos acampar al lado de una casa abandonada. Más tarde llegó el dueño y nos fue a buscar para darnos la bienvenida a su campo y ofrecernos dormir adentro de la casa para refugiarnos del viento y lluvia.
Al otro día llegamos a Zebra. En una casa preguntamos por un lugar donde dormir y nos dejaron quedarnos. También nos invitaron a cenar y desayunar.
Así fue como llegamos a George. Fuimos a esa ciudad a retirar la extensión de mi visa sudafricana. Nos alojamos en la casa de Ronald, un hombre que conocí en Merweville.
Hay veces en las que una situación que en principio puede resultar desafortunada, puede desembocar en una gran experiencia. Salimos de George con rumbo norte. A los pocos km, en una bajada sentí que la rueda de atrás se trabó. Pensé que se había reventado. Al final sólo eran las zapatillas que llevaba en la mochila que se metieron entre el portaequipaje y la rueda, doblando así un poco algunos rayos. Cuando frenamos a almorzar, di vuelta la bicicleta y arreglé la rueda. No fue nada grave. A los pocos km, una camioneta frenó y nos esperó. Era un hombre que vivía por ahí cerca. Estaba yendo a George y vio la bicicleta dada vuelta, entonces cuando volvía a su casa frenó a ver si estaba todo bien. Como el día estaba refrescando y nos dirigíamos a la montaña, nos ofreció quedarnos a pasar la noche en su casa.
Como ven, al final del día, siempre cruzamos nuestros caminos con gente dispuesta a darlo todo, o al menos, todo lo que está a su alcance, con tal de ayudarnos. ¿Será que la energía de cada uno atrae a personas con la misma energía? Creo que mantenerse positivo, seguir la intuición y leer bien la energía de los lugares es la clave. Pero volviendo a la tradición de la familia, repito, agradezco, una y otra vez al viaje por darnos la posibilidad de conocer gente maravillosa. Cuando estábamos en la casa de Ann, por ejemplo, salimos a recorrer la reserva natural en bicicleta. Vimos jirafas, pero cuando nos acordamos de ese lugar y de esos días, Ann es lo primero que se nos viene a la cabeza; compartir la cena, hablar por interminables horas con ella, y simplemente estar ahí.
Entonces; gracias, thank you, merci, obrigado, grazie, dankie; a todos aquellos que nos ayudaron en este viaje, incluso antes de empezar, cuando sólo era una idea. Simplemente gracias.
Seb Knudtsen
Agosto 2019
Hay veces en las que una situación que en principio puede resultar desafortunada, puede desembocar en una gran experiencia. Salimos de George con rumbo norte. A los pocos km, en una bajada sentí que la rueda de atrás se trabó. Pensé que se había reventado. Al final sólo eran las zapatillas que llevaba en la mochila que se metieron entre el portaequipaje y la rueda, doblando así un poco algunos rayos. Cuando frenamos a almorzar, di vuelta la bicicleta y arreglé la rueda. No fue nada grave. A los pocos km, una camioneta frenó y nos esperó. Era un hombre que vivía por ahí cerca. Estaba yendo a George y vio la bicicleta dada vuelta, entonces cuando volvía a su casa frenó a ver si estaba todo bien. Como el día estaba refrescando y nos dirigíamos a la montaña, nos ofreció quedarnos a pasar la noche en su casa.
Como ven, al final del día, siempre cruzamos nuestros caminos con gente dispuesta a darlo todo, o al menos, todo lo que está a su alcance, con tal de ayudarnos. ¿Será que la energía de cada uno atrae a personas con la misma energía? Creo que mantenerse positivo, seguir la intuición y leer bien la energía de los lugares es la clave. Pero volviendo a la tradición de la familia, repito, agradezco, una y otra vez al viaje por darnos la posibilidad de conocer gente maravillosa. Cuando estábamos en la casa de Ann, por ejemplo, salimos a recorrer la reserva natural en bicicleta. Vimos jirafas, pero cuando nos acordamos de ese lugar y de esos días, Ann es lo primero que se nos viene a la cabeza; compartir la cena, hablar por interminables horas con ella, y simplemente estar ahí.
Entonces; gracias, thank you, merci, obrigado, grazie, dankie; a todos aquellos que nos ayudaron en este viaje, incluso antes de empezar, cuando sólo era una idea. Simplemente gracias.
Seb Knudtsen
Agosto 2019
Comprá una postal y ayudanos a seguir viajando