1.Sudáfrica (Entrada 12)
Tengo curiosidad. Quiero ver el mundo. Quiero ver como viven en la estepa de Mongolia; en el Amazonas, o en los Andes. ¿Cómo se verá el mundo desde Nepal? Quiero ver la aurora en el norte y el hielo en el sur. Y centrándome en África; quiero aprender de las culturas milenarias. ¿De dónde vienen la alegría y el baile? Quiero ver un atardecer en el delta del Okabango. Quiero ver las playas de arena blanca de Mozambique. Quiero ver los baobabs en Madagascar. ¿Cómo vive la gente en el desierto? Y, ¿de qué color es el agua cuando el Nilo Azul y el Nilo Blanco se juntan? Hay tanto para ver y tan poco tiempo... Hace unos años me di cuenta que nunca lo iba a poder ver todo y menos con la relación de trabajo-vacaciones 11 a 1; por eso, dejé el trabajo y busco hacer de mi vida un viaje. Aún así, tengo poco tiempo...
Hace unos días llegamos a Sutherland, sí, llegamos. Este pueblo es famoso por sus cielos y sus avistajes de estrellas. Poder ver a Jupiter, las estrellas que forman la "Cruz del Sur", las constelaciones, y sobre todo Saturno, me hizo pensar... ¡La inmensidad de todo esto! Y pensar que la Tierra entra en el espacio que hay entre Saturno y sus anillos; y desde acá, Saturno es sólo una luz entre millones de luces. Ver todo esto me generó aún más ganas de salir a ver el mundo.
Teníamos un mes para ir desde Merweville hasta Botswana. Era tiempo suficiente para llegar, pero sin recorrer bien el país como lo hubiésemos querido. Otra vez, el tiempo nunca es suficiente, ni siquiera los seis meses que estuve en Sudáfrica lo fueron como para verlo todo. Cederberg, la costa oeste, el río Orange en el desierto limitando con Namibia, y sobre todo la gente de los pueblos, llegar y tener la oportunidad de quedarse unos días a conocerlos un poco. De todas formas, entendí desde un primer momento la imposibilidad de verlo todo, así como de saberlo todo, entonces agradezco poder ver lo que estamos viendo y aprender lo que estamos aprendiendo.
Hace unos días llegamos a Sutherland, sí, llegamos. Este pueblo es famoso por sus cielos y sus avistajes de estrellas. Poder ver a Jupiter, las estrellas que forman la "Cruz del Sur", las constelaciones, y sobre todo Saturno, me hizo pensar... ¡La inmensidad de todo esto! Y pensar que la Tierra entra en el espacio que hay entre Saturno y sus anillos; y desde acá, Saturno es sólo una luz entre millones de luces. Ver todo esto me generó aún más ganas de salir a ver el mundo.
Teníamos un mes para ir desde Merweville hasta Botswana. Era tiempo suficiente para llegar, pero sin recorrer bien el país como lo hubiésemos querido. Otra vez, el tiempo nunca es suficiente, ni siquiera los seis meses que estuve en Sudáfrica lo fueron como para verlo todo. Cederberg, la costa oeste, el río Orange en el desierto limitando con Namibia, y sobre todo la gente de los pueblos, llegar y tener la oportunidad de quedarse unos días a conocerlos un poco. De todas formas, entendí desde un primer momento la imposibilidad de verlo todo, así como de saberlo todo, entonces agradezco poder ver lo que estamos viendo y aprender lo que estamos aprendiendo.
Desde Sutherland fuimos a Tankwa Karoo National Park, o debería decir bajamos... Para llegar al Parque hay una bajada de 600 metros de desnivel en 5 kilómetros; una bajada muy empinada y en mal estado, pero el paisaje... ¡Wow! El Tankwa es un desierto entre mesetas, "es como estar en la Luna" me dijeron, un paisaje arenoso, un paisaje extenso, un paisaje de esos que te hacen sentir pequeño, ínfimo. Atravesamos el Parque Nacional por caminos arenosos en muy mal estado. Por momentos era mejor pedalear por fuera del camino.
"¿Necesitan agua? Pueden ir a buscar al molino", nos dijo un hombre en una granja donde dormimos camino a Calvinia. Todos los días caminar unos kilómetros para buscar agua y si el viento no sopla, hacer que el molino funcione manualmente; la señora, el señor y el hijito, todos con botellas y bidones; algo impensable en el lugar de donde venimos; dos mundos aparte...
"Hay como 60 más atrás", nos dijo un hombre que estaba caminando desde Calvinia hasta Ceres, 270 kilómetros. Estaban haciendo algo que se llama "Tankwa Camino". Caminando 10 días cubrían la distancia entre los dos pueblos. A cada rato la gente que caminaba nos paraba a hablar y sacarnos fotos.
Llegamos a Calvinia, nos quedamos un par de días acampando en una reserva natural y descansando para lo que sería el último tramo en Sudáfrica: el desiero de Kgalagadi. Habíamos decidido avanzar por asfalto unos 350 kilómetros para ahorrar tiempo y poder tomarnos con calma los caminos arenosos en el desierto propiamente dicho.
"¿Y dónde van a dormir? No es seguro acampar al costado de la ruta. ¿Quiéren venir a dormir a nuestra casa?", nos dijeron un señor y una señora que frenaron su camioneta al vernos pedaleando en la ruta. ¿Cuántas veces escuché eso de la seguridad en el país? Casi tantas como personas hemos conocido, hasta ya nos sorprende cuando alguien dice lo contrario... y todavía sigo sin entender...
Siempre, para acampar al costado del camino, buscamos una tranquera abierta para entrar o preguntamos en alguna granja por un lugar. Una mañana el dueño de la granja donde dormimos vino a saludar y ver si necesitabamos algo. Como estaba yendo a Keimoes, un pueblo sobre el río Orange a 200 kilómetros de donde estábamos, le preguntamos si nos podía llevar, y así ahorrar algunos días.
"¿Y dónde van a dormir? No es seguro acampar al costado de la ruta. ¿Quiéren venir a dormir a nuestra casa?", nos dijeron un señor y una señora que frenaron su camioneta al vernos pedaleando en la ruta. ¿Cuántas veces escuché eso de la seguridad en el país? Casi tantas como personas hemos conocido, hasta ya nos sorprende cuando alguien dice lo contrario... y todavía sigo sin entender...
Siempre, para acampar al costado del camino, buscamos una tranquera abierta para entrar o preguntamos en alguna granja por un lugar. Una mañana el dueño de la granja donde dormimos vino a saludar y ver si necesitabamos algo. Como estaba yendo a Keimoes, un pueblo sobre el río Orange a 200 kilómetros de donde estábamos, le preguntamos si nos podía llevar, y así ahorrar algunos días.
A 300 kilómetros de Botswana, en Keimoes, empezó lo bueno: el desierto y los caminos de arena, el desierto de Kgalagadi. En cuanto a paisaje, lo más hermoso que vi en Sudáfrica, sin duda. Arena por todos lados, blanca y/o rojiza; en dunas o dispersa; con pequeños pastos color amarillo gastado y algún árbol con sombra cada tanto, donde los pájaros hacen sus casas, o mejor dicho, mansiones; el camino que bordea lo que alguna vez fue un río, el Molopo, y ahora ya seco deja ver arbustos de un color verde azulado tenue o lila. Durante el atardecer, el sol se pinta de naranja y dibuja franjas de colores cálidos llegando al horizonte. El atardecer que se me viene a la cabeza cuando pienso en África, lo vi en este desierto situado al nor-oeste de Sudáfrica, sur-oeste de Botswana y al sur-este de Namibia; el desierto del Kgalagadi, el lugar donde las estrellas nos vieron dormir por última vez en Sudáfrica. Baie Dankie vir alles! Sien jou nou nou...
Seb Knudtsen
Septiembre 2019
Seb Knudtsen
Septiembre 2019
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