1.Sudáfrica (Entrada 13/Final)
Las siguientes palabras corresponden a lo experimentado, vivido y aprendido de nuestro paso por Sudáfrica.
Viajar en bicicleta. ¿Qué significa? ¿Subirse a una bicicleta; comer, hacer muchos kilómetros, y dormir? ¿Sólo pedalear y pedalear? Sí, un poco, pero no es del todo preciso. Dejamos de contar kilómetros, ya no nos interesan. El movimiento del que les hablo no tiene nada que ver con kilómetros, es distinto. Hablo de un movimiento interno. Incluso en esos dos meses en los que me quedé en Merweville hubo movimiento. Como dije antes, "...Somos movimiento. No soy el mismo de ayer. Los acontecimientos de hoy me hacen cambiar, me hacen ser otro distinto mañana." (ver Entrada 8).
Viajar en bicicleta es un viaje interno. Es un ida y vuelta de información y energía, donde la bicicleta es el medio de transporte y la puerta de bienvenida a la calidez de la gente; y ahí es donde el movimiento ocurre. Uno viene con lo que trae y se encuentra con lo que hay. Mundos opuestos, tal vez, pero al final, todo es lo mismo. Estamos todos intentando descifrar cuál es el sentido de todo esto y mientras tanto, todo esto es lo que se nos pasa; la vida. Hay tantas formas de vivir como personas en este mundo. Viajar en bicicleta nos dio la oportunidad de acercarnos a la gente y ver de cerca una realidad nueva para nosotros. Sea cual sea, hemos encontrado un patrón, llamémoslo, de ayuda. No importa cuánto uno tenga, siempre nos han dado todo lo que esté a su alcance. Cuando, por ejemplo, un hombre nos dio un lugar en su casa, tan pequeña pero tan grande como para albergar a 8 personas, y a la mañana siguiente nos llevó el té y tortafritas a la carpa, y aún así se disculpó de no saber cómo recibir a un invitado, habla del corazón de esta gente.
Viajar en bicicleta es valorar las cosas como lo merecen. Lo primero en lo que pienso es en el agua. De donde venimos (San Martín de los Andes/Patagonia Argentina) el agua está ahí, siempre, al alcance de todos. Lagos y ríos que corren con fuerza todo el año. Ahora; hemos venido a un lugar donde, cuando el río corre una vez al año, todo el pueblo se acerca a verlo sea la hora que sea; donde hay que caminar kilómetros y kilómetros para juntar agua en bidones; donde la lluvia no cae hace años, y cuando lo hace todos miden cuántos milímetros cayeron. Recuerdo que una vez llovió dos días seguidos. El agua que cayó era la quinta parte de toda la que cae en un año, es decir, llueve 10 días al año... Viviendo en Merweville aprendí a valorar esto. La lluvia y el viento (el viento mueve los molinos que sacan agua de ríos subterráneos) son el éxtasis del pueblo.
Otra cosa a valorar es la oportunidad que tenemos de poder explorar el mundo, siendo este nuestro sueño. Está claro que no es suficiente sólo tener la oportunidad, hay que saber verla y aprovecharla, y hasta crearla. Desde que supe que esto era lo que quería hacer con mi tiempo, hace cinco años, toda mi energía se volcó en este proyecto y se cumplió... lo estoy viviendo, lo estamos viviendo. Ya lo dije antes, "...Ahí es donde está la libertad. El poder de elección que todos tenemos sobre nuestros pies..." (ver Entrada 11). Recuerdo la primera vez que sentí la necesidad de valorar el camino que he de seguir. Fue en San Luis, Argentina. Larga historia corta... un hombre que me invitó a pasar unos días con él en su casa me contaba que siempre quiso hacer lo que yo estaba haciendo (ver el mundo a cuestas de una bicicleta) pero en moto. Dejó pasar la oportunidad de llevar su sueño a cabo cuando tenía la energía y el tiempo para hacerlo, y ahora ya era tarde. Volví a sentir esa necesidad de valorar la vida que hemos elegido cuando un hombre nos contaba las condiciones de trabajo en las granjas en el Karoo sudafricano. Una paga muy baja, muchas horas de trabajo, y una familia que alimentar...
Viajar en bicicleta es ser uno con el paisaje. Es avanzar lo suficientemente lento como para ser parte del paisaje, como para vivir el paisaje. (También es avanzar lo suficientemente rápido como para cubrir largas distancias en un tiempo considerable). Viajar en bicicleta es ver al sol nacer que te calienta en la mañana; es sentir la lluvia que te moja y bendice la tierra; es dejarse hipnotizar por la luna y los millones de faroleros encendiendo faroles (leer "el Principito" Antoine de Saint-Exupéry). Viajar en bicicleta es ver cómo el mar se hace montaña, la montaña valle, y el valle desierto. Viajar en bicicleta es sentir el paisaje, es sentir la humedad del mar y saborear la sal en el aire; es sentir la gota en la frente en la subida y el pelo al viento en la bajada; es sentir el calor en el desierto y agradecer la sombra de un árbol.
Viajar en bicicleta en Sudáfrica fue un equilibrio entre tiempo en soledad, introspección, redescubrimiento personal y el cariño de la gente y momentos compartidos (lo cuál también nos conduce al auto-descubrimiento). Viajar en bicicleta en Sudáfrica nos permitió apreciar una diversidad de paisajes y climas: las montañas del sur, el semi-desierto (Karoo) y el desierto de Kgadahadi al norte. Viajar en bicicleta en Sudáfrica nos brindó una variedad de formas de entender la vida, así como de valorarla; nos regaló amigos y nos hizo vivir intensamente cada instante. Viajar en bicicleta es, sin duda, donde hoy queremos invertir nuestro tiempo.
Seb Knudtsen
Septiembre 2019
Viajar en bicicleta. ¿Qué significa? ¿Subirse a una bicicleta; comer, hacer muchos kilómetros, y dormir? ¿Sólo pedalear y pedalear? Sí, un poco, pero no es del todo preciso. Dejamos de contar kilómetros, ya no nos interesan. El movimiento del que les hablo no tiene nada que ver con kilómetros, es distinto. Hablo de un movimiento interno. Incluso en esos dos meses en los que me quedé en Merweville hubo movimiento. Como dije antes, "...Somos movimiento. No soy el mismo de ayer. Los acontecimientos de hoy me hacen cambiar, me hacen ser otro distinto mañana." (ver Entrada 8).
Viajar en bicicleta es un viaje interno. Es un ida y vuelta de información y energía, donde la bicicleta es el medio de transporte y la puerta de bienvenida a la calidez de la gente; y ahí es donde el movimiento ocurre. Uno viene con lo que trae y se encuentra con lo que hay. Mundos opuestos, tal vez, pero al final, todo es lo mismo. Estamos todos intentando descifrar cuál es el sentido de todo esto y mientras tanto, todo esto es lo que se nos pasa; la vida. Hay tantas formas de vivir como personas en este mundo. Viajar en bicicleta nos dio la oportunidad de acercarnos a la gente y ver de cerca una realidad nueva para nosotros. Sea cual sea, hemos encontrado un patrón, llamémoslo, de ayuda. No importa cuánto uno tenga, siempre nos han dado todo lo que esté a su alcance. Cuando, por ejemplo, un hombre nos dio un lugar en su casa, tan pequeña pero tan grande como para albergar a 8 personas, y a la mañana siguiente nos llevó el té y tortafritas a la carpa, y aún así se disculpó de no saber cómo recibir a un invitado, habla del corazón de esta gente.
Viajar en bicicleta es valorar las cosas como lo merecen. Lo primero en lo que pienso es en el agua. De donde venimos (San Martín de los Andes/Patagonia Argentina) el agua está ahí, siempre, al alcance de todos. Lagos y ríos que corren con fuerza todo el año. Ahora; hemos venido a un lugar donde, cuando el río corre una vez al año, todo el pueblo se acerca a verlo sea la hora que sea; donde hay que caminar kilómetros y kilómetros para juntar agua en bidones; donde la lluvia no cae hace años, y cuando lo hace todos miden cuántos milímetros cayeron. Recuerdo que una vez llovió dos días seguidos. El agua que cayó era la quinta parte de toda la que cae en un año, es decir, llueve 10 días al año... Viviendo en Merweville aprendí a valorar esto. La lluvia y el viento (el viento mueve los molinos que sacan agua de ríos subterráneos) son el éxtasis del pueblo.
Otra cosa a valorar es la oportunidad que tenemos de poder explorar el mundo, siendo este nuestro sueño. Está claro que no es suficiente sólo tener la oportunidad, hay que saber verla y aprovecharla, y hasta crearla. Desde que supe que esto era lo que quería hacer con mi tiempo, hace cinco años, toda mi energía se volcó en este proyecto y se cumplió... lo estoy viviendo, lo estamos viviendo. Ya lo dije antes, "...Ahí es donde está la libertad. El poder de elección que todos tenemos sobre nuestros pies..." (ver Entrada 11). Recuerdo la primera vez que sentí la necesidad de valorar el camino que he de seguir. Fue en San Luis, Argentina. Larga historia corta... un hombre que me invitó a pasar unos días con él en su casa me contaba que siempre quiso hacer lo que yo estaba haciendo (ver el mundo a cuestas de una bicicleta) pero en moto. Dejó pasar la oportunidad de llevar su sueño a cabo cuando tenía la energía y el tiempo para hacerlo, y ahora ya era tarde. Volví a sentir esa necesidad de valorar la vida que hemos elegido cuando un hombre nos contaba las condiciones de trabajo en las granjas en el Karoo sudafricano. Una paga muy baja, muchas horas de trabajo, y una familia que alimentar...
Viajar en bicicleta es ser uno con el paisaje. Es avanzar lo suficientemente lento como para ser parte del paisaje, como para vivir el paisaje. (También es avanzar lo suficientemente rápido como para cubrir largas distancias en un tiempo considerable). Viajar en bicicleta es ver al sol nacer que te calienta en la mañana; es sentir la lluvia que te moja y bendice la tierra; es dejarse hipnotizar por la luna y los millones de faroleros encendiendo faroles (leer "el Principito" Antoine de Saint-Exupéry). Viajar en bicicleta es ver cómo el mar se hace montaña, la montaña valle, y el valle desierto. Viajar en bicicleta es sentir el paisaje, es sentir la humedad del mar y saborear la sal en el aire; es sentir la gota en la frente en la subida y el pelo al viento en la bajada; es sentir el calor en el desierto y agradecer la sombra de un árbol.
Viajar en bicicleta en Sudáfrica fue un equilibrio entre tiempo en soledad, introspección, redescubrimiento personal y el cariño de la gente y momentos compartidos (lo cuál también nos conduce al auto-descubrimiento). Viajar en bicicleta en Sudáfrica nos permitió apreciar una diversidad de paisajes y climas: las montañas del sur, el semi-desierto (Karoo) y el desierto de Kgadahadi al norte. Viajar en bicicleta en Sudáfrica nos brindó una variedad de formas de entender la vida, así como de valorarla; nos regaló amigos y nos hizo vivir intensamente cada instante. Viajar en bicicleta es, sin duda, donde hoy queremos invertir nuestro tiempo.
Seb Knudtsen
Septiembre 2019
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